He empezado a manifestar algunos síntomas, pero no me encuentro mal, no tengo fiebre, solo constantes hemorragias nasales, una especie de rinitis irritativa sin más.
La noche del entierro del paciente 0, se inició la ceremonia, yo intentaba inculcarles ritos católicos, pero sin cortar los suyos, ellos rezaban junto al hechicero en lenguas muertas oraciones extrañas, danzaban y se despedían de Mumba, el maestro de las semillas, el primer infectado. El rito consistía en asear su cuerpo, lavarle, vestirle con collares de plantas y pieles de animales, y hacer en su piel una señal parecida a la que hacemos los cristianos, la señal de la Cruz. Una especie de marca que indicaba las bendiciones de su pueblo para entrar en el reino de los dioses. Entonces una imagen asaltó mi recuerdo: Tras hacerle la señal en la piel, besaban sus dedos para llevarse parte de su alma al mundo de los vivos y que nunca se perdiera en los abismos. Eso lo hicieron todos menos dos, sus dos hijos que por respeto nunca le besaban ni tocaban y yo... (Tras esta página aparecen en el diario muchas otras en blanco, quizás el doctor Higgins estuvo indispuesto algunos días.)
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… Cuando vi a tres hombres con trajes especiales descender de un helicóptero, se abrió ante mí la esperanza de que vendrían con una cura, un suero que salvase a toda la tribu de morir en pocos días, pero no fue así, venían tan solo a valorar el terreno, a darnos por desahuciados y a desaparecer con la promesa hipotética de volver con el remedio.
A través de sus máscaras lo vi, en sus ojos reflejaban la frialdad del destino que ya nos habían dedicado. Mis pacientes deliraban, se convulsionaban y morían de un virus letal al que yo parecía inmune. Llevaba más de 20 días en contacto con los enfermos y ya alguno había fallecido, otros se habían contagiado y estaban en una fase bastante avanzada, les quedaban pocos días. –No se propaga por el aire, eso es seguro. –Les dije. –¿Qué les une a todos? –Preguntó uno de ellos. –Solo haber estado velando al primer fallecido, yo también lo hice y aquí estoy. Contesté. –¿Se ha salvado alguien más? –Preguntó el médico del equipo especial. –Solo dos no están contagiados, solo ellos y yo. Me ayudaron durante la especie de misa o ceremonia de despedida que les ofrecí. El resto presenta síntomas y otros, ya ve cómo se encuentran. Aquella misma noche, cuando se alejaron con su promesa de volver, repasé en mi tienda de campaña todo lo que mi memoria podía recordar de aquel fatídico día: el entierro del paciente 0. (La página se cortaba aquí, había dos goterones de sangre junto a la última palabra, estaban secos. Muy posiblemente era sangre del Dr. Higgins.) Este es el diario del doctor Higgins, propiedad de la ciencia, del progreso y de la humanidad:
"Ni vivos ni muertos, la comunidad científica los observa con misterio y preocupación. Estructura sencilla y sin comportamiento celular normal, les convierte en los monstruos más peligrosos de toda la tierra, algunos con el poder de aniquilar poblaciones, países y continentes enteros como una bomba que se propaga y se hace letal, imparable y terrorífica. Actúa sin realizar ninguna de las tres funciones vitales, eso sí, se reproducen gracias a un huésped. Por suerte hemos sabido controlarlos y eliminarlos gracias a los anticuerpos que son capaces de aniquilarlos, que los desintegran sin piedad… ¿Sencillo, no? Lo cierto es que la respuesta no puede ser más negativa de lo que es. Muchos medicamentos no lo curan completamente, y solo aquellos que resisten a este asesino contienen un material genético tan valioso como lo son las vidas a las que consigue salvar. Nadie está a salvo, vendrán y lo arrasarán todo, ellos son la llama y nosotros los árboles, nos veremos en la otra vida…. (Esta fue la primera hoja que leí del diario que el Dr. Higgins escribía durante su estancia en Mombasa, algunas habían sido destruidas quien sabe por qué o por quién, quizás solo las condiciones climatológicas adversas lo habían estropeado. Rescaté todo lo que pude y traté de darle un sentido al infierno, que el doctor había estado viviendo durante meses en aquel poblado dejado de la mano de Dios.)" |
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