Convirtiendo sus miedos en fantasías.
EL VUELO DEL RAYO. En pleno agosto, es un caluroso verano por raro que parezca en el pueblo de Ponto. La hierba está amarilla y los pájaros buscan sombra entre las ramas de los árboles. El sol brilla con tanta fuerza que es casi imposible abrir los ojos. Las cabras del vecino de Brudi están invadidas por las pulgas, pero mientras no haya un día lluvioso en Ponto, las pulgas seguirán invadiendo el lugar. Brudi tiene un carácter afable, es demasiado bondadosa y complaciente. Así pues, a pesar de tener las piernas llenas de picaduras de pulga y de tener que soportar la visita de éstas en su habitación, no llama a la puerta del vecino para quejarse. Quiere llevarse bien con los vecinos porque además cuando tiene que hacer un viaje, son esos vecinos los que quedan al cuidado de su inseparable amigo Rayo. Por eso debe estar muy agradecida con ellos. Rayo es un precioso perro de rizos negros con manchas blancas y cara triste. Es muy dócil y cariñoso, y le encanta comer y que lo acaricien continuamente. Aunque es el mes de agosto y todavía queda verano, el tiempo pasa demasiado deprisa y Brudi debe empezar a organizar su partida. En el mes de septiembre, el día 3 en concreto, debe hacer un viaje más o menos largo. Tiene que coger dos aviones y recorrer alrededor de 2500 kilómetros para poder llegar a un lugar llamado Brez. Allí le espera Lora, un hada que es capaz de curar algunas enfermedades de la manera más simple nunca vista. Sus ojos son poderosos, tienen magia. Son grandes y azules como si del cielo se tratase. Para curar a Brudi su enfermedad, solamente debe mirarla fijamente durante cinco minutos con sus grandes ojos y así sus migrañas desaparecerán para siempre. Brudi sufre mucho con sus migrañas, es un dolor espantoso de cabeza. Tiene que meterse en cama, sin luz ni ruidos hasta que el demonio decide irse de su cabeza y así el dolor cesa. A simple vista la misión de Brudi parece simple. Coger dos aviones que la lleven al lugar de Brez y allí reunirse con Lora y en muy pocos minutos su enfermedad desaparecerá. Pero como todas las cosas de la vida de Brudi, no es una tarea tan sencilla. Todo se le complica, y en esta ocasión el viaje a Brez también. La única forma de llegar a ese lugar es en avión y ella tiene pánico a subir en uno y sentir como despega del suelo y se eleva rápidamente hacia el infinito azul. Piensa en los 2500 kilómetros que tiene que recorrer subida a esa máquina y se angustia mucho. Tanto que se le corta la respiración, y se le nubla la vista al recordarlo. Pero de esta vez no puede fallar. Ese viaje tiene que hacerlo por encima de todo. Cueste lo que cueste. Así que, alguna solución tiene que haber para superar ese obstáculo que le impide llegar al hada Lora para sanar. Es 16 de agosto, una noche espléndida de verano, con una temperatura agradable. Se puede pasear sin chaqueta por Ponto. A Brudi le encanta salir con Rayo después de cenar y caminar sin rumbo fijo. Mientras Rayo olisquea todo lo que encuentra, Brudi observa las estrellas y dibuja con la mirada todo lo que se le ocurre. Como si el cielo fuese una libreta, sus ojos el lápiz y las estrellas las líneas trazadas con él. Ese día se siente muy distraída porque cada vez está más cerca la fecha de su partida en avión. Después de cenar, decide salir a pasear con Rayo como siempre. Pero está tan angustiada y temerosa con ese viaje que no es capaz de hacer dibujos con las estrellas como todos los días. Entonces decide mantener una conversación con Rayo. Decide contarle sus problemas, sus miedos y temores respecto a esa misión que debe realizar. Aunque sabe que Rayo es un perro, no le importa. Habla con él igualmente, porque en el fondo sabe que le escucha y aunque no le va a solucionar su problema, sí sabe que le va a ayudar a conciliar el sueño cuando regresen del paseo nocturno. Así pues, mientras Rayo olisquea, ella le va contando su temor, como si de una persona se tratase. El perro comienza a mirar para ella. Comprende perfectamente todo lo que le está contando. Se adelanta al paso de Brudi, va marcando la dirección para que ella le siga. Llegan al pequeño parque bautizado con el nombre de “Destino Real”. Se siente fatigada porque fue una caminata larga y con buen ritmo, por lo que toma asiento en un banco negro de forja. Se le clavan los hierros en los huesos, pero no le importa porque al menos puede descansar un rato. Rayo se sienta en el suelo mirándola de frente. La actitud del perro es un poco extraña. Mira fijamente para su dueña y después clava su mirada en un árbol que hay próximo. Y así está durante bastante tiempo, mirándola a ella y mirando al árbol. Entonces Brudi sospecha que Rayo intenta decirle algo. Se levanta del banco dolorida y se acerca al árbol. No sabe qué clase de árbol es, nunca vio uno igual. En sus ramas hay como unos frutos color oro y de pequeño tamaño. Tira de uno que tiene próximo y lo arranca de la rama. Entonces Rayo da un salto y se lo come de un bocado. Sucede algo increíble e inesperado. Tan pronto se come el fruto color oro, Rayo comienza a hablar como si fuese un ser humano. Brudi no comprende nada. No sabe lo que está pasando, y está atemorizada. Su perro la tranquiliza, le dice que sólo quiere ayudarle con su futuro viaje a Brez. Sólo necesita que arranque otro fruto del árbol para que él se lo pueda comer. Ella accede a hacerlo, porque confía mucho en su perro. En el momento en que se come su segundo fruto, comienza a transformarse. Sus negros rizos desaparecen y poco a poco va cogiendo aspecto de avión. Brudi asombrada observa su transformación. No se lo puede creer, su perro ahora ya no es un perro, sino un avión pero de reducido tamaño. Pero lo suficiente grande como para poder volar con ella dentro. Entonces comprende la intención que tiene Rayo. Pretende llevarla de viaje con él para perder ese miedo a volar, porque sabe que en él confía mucho y que jamás permitiría que le sucediera nada a su dueña. Así como si de algo tan normal se tratase, emprenden el vuelo y dejan bajo sus pies el parque “Destino Real”. Brudi está tan emocionada que no se acuerda ni de su temor a volar ni a los aviones. Sólo se centra en que lo que está sucediendo es maravilloso, que jamás lo va a olvidar. Cuando Rayo alcanza una altura adecuada, se va poniendo en posición horizontal y emprenden viaje. Es un vuelo tan maravilloso, tan emocionante y lo más importante, sin temor a nada. Disfruta al ver tantas luces centelleantes. Las farolas que alumbran, las luces de las casas, las luces de los coches y las maravillosas estrellas que brillan por todo su alrededor. Ahora en vez de hacer dibujos con las estrellas como cuando va caminando, lo hace con las luces que están bajo sus pies. Pero van a tanta velocidad que casi no es capaz de terminar un solo dibujo. El pánico que Brudi tenía anteriormente se esfumó con ese viaje tan trepidante. Ahora comprende lo maravilloso que es poder volar, poder disfrutar del paisaje desde lo más alto, poder llegar a cualquier lugar en un tiempo muy breve, poder sentirse como una heroína que lo domina todo desde el cielo. Todas estas cosas buenas hacen que Brudi olvide su miedo. Sabe que sentir todo eso es mucho más positivo que vivir con temor un viaje en avión. Ya es día 3 de septiembre. El gran día en el que Brudi debe partir en avión a Brez. Pero para ella ya no es un obstáculo. La misión que debe realizar para poder curarse es ahora para ella muy sencilla. Está tan agradecida con su perro Rayo que jamás lo olvidará. Siempre será su gran héroe porque gracias a él ha perdido el miedo al avión y encima va a poder curar su enfermedad. El vuelo a Brez es emocionante y divertido. Brudi está tan entusiasmada con el viaje que se le hace demasiado corto. Cuando se da cuenta llega a destino y lo mejor de todo es que su miedo a volar se esfumó para siempre. Una vez llega al pueblo de Brez, se reúne con el hada Lora. El hada, que ya está al corriente de su enfermedad, comienza a aplicar la magia con sus grandes y azules ojos. Brudi y Lora se miran fijamente durante unos cinco minutos. Tiempo durante el cual el hada , gracias a sus ojos y su magia, consigue curar la enfermedad de Brudi para siempre. Así consigue superar dos obstáculos en su vida que le impedían vivir feliz. Está tan agradecida a sus dos héroes que no sabe como recompensarles. Eso sí, sabe que jamás se olvidará de Rayo y Lora. Los llevará en su corazón para toda la vida. Sabe que vuelve a ser feliz gracias a ellos. Pero no solamente por ellos, sino también gracias a su actitud positiva ante las inexplicables cosas que Rayo y Lora hicieron por ella. Cristina Rey Costa
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septiembre 2020
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