Acudí a la consulta del doctor Freeman tal y como me lo recomendó mi amiga Judith, a ella le había ido estupendamente con él. Estaba algo recelosa, tenía ciertos reparos en admitir lo que muchas mujeres decían abiertamente; “que cumplir los cuarenta te cambia y eres otra…” Yo me sentía la misma pero con un pequeño toque de melancolía en mi interior que me hacía retroceder con nostalgia una y otra vez a mis recuerdos.
Caminé por la calle buscando frenéticamente la dirección del tal doctor Freeman, como si ese hombre tuviera la clave para salvarme de mis problemas. En el fondo no me lo creía ni yo. Cuando llegué a su consulta, me hicieron pasar a una sala de espera, había gente, todo mujeres; llegué a pensar que estábamos todas en el mismo barco, pero la presencia de una jovencita super delgada me hizo cambiar de opinión, otras tenían problemas más serios que el mío. Estuve allí sentada más de una hora, un tiempo interminable para alguien como yo, ocupada siempre en un sin fin de cosas que jamás nadie agradecía. La chica delgada había entrado con su madre hacía más de media hora y la siguiente era yo. ¡Por fin me llamaron! ¡Qué gusto levantarme de allí! Cuando entré en el despacho me encontré con un hombre menudo de aspecto insignificante y poco varonil, y pensé: ─¡Pues sí que empezamos bien! No sé si este hombre va a ser capaz de entenderme… Judith no me defraudó, tenía razón. El hombre de aspecto inadvertido desplegó tal cantidad de encantos y sabiduría que me hicieron cambiar de opinión en pocos minutos; me sentí arropada, querida y comprendida, y pude expresar todo aquello que me llevaba haciendo un nudo en la garganta desde hacía unos meses. ─Acabo de cumplir los cuarenta, le dije─ ─Siga por favor. ─Ya sé que esto no es un drama, pero a mí me ha afectado; me reía de quien hablaba de la famosa crisis pero he caído de lleno en ella. ─¿Cómo se siente exactamente, qué le pasa? ─La palabra exactamente sobra doctor; con exactitud no se lo que siento, es como si un mar de confusas sensaciones me estuviera bañando de arriba abajo y ya no tuviera claro nada. ─Supongo que lo mejor será empezar por el principio… Me dijo.─ ─Sí, le contesté.─ Y entonces empecé a hablar con una confianza que no había manifestado a nadie en toda mi vida. Allí sola, sentada en un diván y mirando al techo afloraron todas esas dudas que me estaban atormentando. ─ Me veo algo más mayor y no me gusta; aunque es ilógico pensar que la imagen haya podido cambiar del lunes al domingo que es cuando cumplí años, por eso pienso que son tonterías o mi imaginación porque no me sentía así a principios de semana. Fue sentir que me habían caído cuarenta años encima y descubrir canas, arrugas y flacidez con una facilidad asombrosa. Luego está lo de mis hijos; han crecido y ya no me necesitan tanto, ya no soy la mamá de Alfredito y Laurita, ahora soy la madre de Alfredo y Laura, y ya no puedo elegir su ropa, sus juguetes, o a los amigos a quien invitan a sus cumpleaños. No tengo que ir a buscarles al colegio, van solos y ya no hablo con las madres de otros niños en el patio del colegio porque directamente no voy. Mi marido me quiere mucho pero le encanta el deporte, él tiene una energía que parezco haber perdido yo y ya no le puedo seguir, busco excusas para librarme del padel o del gimnasio porque luego me duele todo, y a cambio me pongo a leer o me voy a la peluquería a solucionar lo de las canas. Creo que me he convertido en la viva imagen de mi madre, y es demasiado pronto para ello ¿No cree? ─¿Qué más? ─¿Le parece poco?─ Le dije asombrada. Imagínese lo que le he contado multiplicado por todas las horas y días que tiene una semana, y así desde hace dos meses. Pero ahora viene lo mejor; que no entiendo ni comparto lo que pienso, que todavía me veo joven, es decir igual que aquel lunes previo al cumpleaños, que sé que mis hijos me necesitan y que en realidad el deporte siempre me ha importado un bledo, no lo cambio por tener un buen libro entre las manos. Cada vez tengo más tiempo para mí, sé más de la vida y de las cosas que me rodean. Puedo aconsejar mejor a mis hijos en sus problemas y conozco mucho mejor a mi marido que lo hacía antes; ahora somos un verdadero matrimonio. No me importan tanto como digo las arrugas y las canas; siempre las he tenido porque me ha gustado mucho reír, y el pelo me lo he teñido de mil colores diferentes desde que en los ochenta explotó el boom de la estética. Veo más a mis amigas, sobre todo a Judith y tengo conversaciones muy interesantes con ella que antes no teníamos. Me tengo que cuidar un poco más pero creo que lo hago en coherencia con mis años y para dar una imagen de respeto en mi trabajo y frente a la familia, los hijos necesitan buenos ejemplos. ─Pues usted se lo ha dicho todo. Nunca nadie había venido con las ideas más claras a mi consulta. Echar de menos el tiempo pasado es algo muy común en todas las etapas de la vida; de adolescentes nos acordamos con ternura de nuestros primero juguetes y de aquellos días en que creíamos que Los Reyes Magos nos los habían traído por nuestras buenas obras. En la juventud nos reíamos de las tonterías que hacíamos de adolescentes; la rebeldía con los padres, el primer amor, y de jóvenes nos metemos en una vorágine de estudios, trabajo, planes familiares que nos envuelve hasta que alcanzamos nuestras metas. Eso suele ocurrir alrededor de los cuarenta y entonces miramos atrás recordando tanto esfuerzo y viendo sus frutos. Ahora como usted dice es más experta, sabe disfrutar más y mejor de la vida y tiene algo que antes le faltaba: tiempo. Las canas y las arrugas no son peores que las espinillas o la primera menstruación; y el cansancio del que me habla no es más que una reacción de su cuerpo a tantos esfuerzos acumulados. No tengo la medicina secreta que pueda alargar la vida, retrasar la vejez o parar el tiempo, pero le digo que tiene una suerte enorme de haber llegado hasta aquí, tan llena de vitalidad y de dudas, eso es que le queda todavía mucho en qué pensar y mucho por hacer. Me levanté del diván nueva por completo, salí de la consulta con un toque de dinamismo y vivacidad que ya no recordaba, y envié a Judith un SMS que decía: todo OK, después miré mi reflejo en uno de los escaparates que lucían ropa de mujer y me dije: ¡Con cualquiera estarías bien! Luego llegué a casa, un poco cansada ya porque me había venido andando, y abrí uno de esos maravillosos libros que tanto me gustaban y lo empecé a leer. Al rato llegaron mi marido y mis hijos del instituto, comí con ellos y me fui a trabajar. Por cierto soy periodista y escribo artículos en el suplemento dominical de un periódico nacional, y se me ocurrió una magnífica idea: escribir mi experiencia. Junto a la foto de una bellísima mujer de aproximadamente mi edad un titular impactaba al público por sus letras en mayúscula y tonos rojos; “CUMPLIR LOS CUARENTA ES VOLVER A LOS VEINTE OTRA VEZ:”
0 Comentarios
Dragono, enamorado hasta la última escama de su cuerpo, intentaba una y mil veces enamorar a Dragona, pero siempre con muy poco éxito.
Su manía de quererle impresionar haciendo figuras por medio de mediocres llamaradas, dejaban a Dragona impasible e indiferente. En este afán sin tregua, ideó mil formas de hacer sus fogonazos más potentes y llamativos. Llamaradas de dragones de leyenda, de cuentos centenarios escondidos en los rincones más ocultos, donde los niños no alcanzan a leer, donde sus secretos se ocultan para no asustar a nadie. Y así los misterios engrandecen el mito, en definitiva hacen grande al dragón. Pero Dragono no era nada de lo que sugerían esos libros, sin embargo su fantasía vagaba entre ellos y los trataba de imitar para engatusar a Dragona. Probó primero con remedios caseros, y se bebió un vaso de jugo de tomate con muchísima pimienta negra. Y luego lanzó la llamarada. Un fuego algo más que picantón brotó de sus jóvenes fauces, pero cuando Dragona giró el cuello, el débil corazón escaldado que Dragono había pintado en el cielo, se acababa de desdibujar en el horizonte, dejando un intenso olor a especias chamuscadas. Después robó un spray a unos grafiteros y lo masticó, considerando que el fuego que expulsaría vendría acompañado de un toque más artístico y capaz de conquistar, un corazón sensible y delicado como el de Dragona. Pero no fue así, el bote explotó en su boca, causándole una polvareda que cegó la vista de Dragona, quien a su vez confundió tal desaguisado con un tremendo foco de contaminación. Desesperado y nervioso de tantos intentos fallidos, se dio al tabaco, aunque por su juventud se decidió por una marca Light, esperando suavizar sus vapores y mentolar el ambiente. Pero no contó con las leyes antitabaco del país de los dragones, y una multa infumable le cayó sobre los lomos y sobre su desnutrida cuenta de ahorros. Ni intentos pudo esta vez hacer, y sus cigarrillos en un lío le metieron. No desesperó, y siguió probando, porque si algo tenía el amor de Dragono, es que era pesado y constante, al igual que fogoso y verdadero. Y compró caramelos de mil sabores, chuches picantes y explosivas, experimentos que prometían la luna… Pero ni luna ni estrellas, ni chiribitas en el firmamento. Nada de nada. Hasta que un día, cansado de probar; una guindilla roja por casualidad a la comida arrojó, y chispas de mil colores de su boca salieron, y un fuego rojo formó, un híper corazón que iluminó toda la ciudad. Parecía una noche en las Vegas, destellos por aquí y por allá, luces de neón parecían. Un corazón fogoso había formado ante los ojos de su amada. Eructó por la nariz y su aroma a tantas mezclas, atrajo a más de mil dragonas obnubiladas por el olor a almizcle. Pero su corazón ya tenía dueña… Al final todas gritaban desesperadas: ¡Este dragón es mío! El ejército, alarmado por el estrépito organizado, protegió a Dragono y a Dragona, que pudieron escapar de la multitud, y que sufrió algunos daños con tanto desconcierto. 80 sufrieron desmayos, 50 fueron hospitalizados y el resto acabaron en urgencias con órganos internos consumidos por el calor. ¡Qué caos!, gritaban en el hospital de los dragones. ¡Cuántas heridas por amor fogoso se han producido! Y es que nunca el amor había hecho tantos estragos en tan pocos minutos. Dragono parecía ajeno al desconcierto, y seguía propagando fogonazos gigantescos que atraían al hospital a más víctimas atolondradas por su amor. No es seguro que sus llamaradas, pasasen a la historia como las que producían sus antecesores, los dragones milenarios, pero nunca se había conocido en el país de los dragones, tal alboroto por un joven lanzallamas descontrolado como Dragono. Por fin Dragona quedó perpleja y aturdida ante tal despliegue y potencial, y sus favores no dudó en ofrecer a su joven Dragono, que continuaba flambeando la ciudad. Y así terminó conquistando su corazón. Quizás el secreto de Dragono, fue probar con muchas cosas a ver cual funcionaba, y esperar hasta que saltase…, la chispa. Cando Malena terminou de falar, pensei que o mellor sería non dicirlle nada a ninguén, quedei en silencio tratando de dixerir a súa historia e divisando un turbio futuro á nosa recente relación, a súa falta de confianza e responsabilidade puideron acabar coa miña vida, e aínda que eu perdoásello, Malena nunca volvería ser a mesma. Sen a súa arrogancia profesional, a súa personalidade minguábase o suficiente como para autodesvalorizarse no terreo persoal ata un límite indeterminado. Nada sería igual despois daquilo, eu sabíao e ela tamén.
─Malena, ─díxenlle ─Aproxímache á xanela. Que ves? ─Un ceo cheo de estrelas. ─Contestoume.─ ─Estás segura de que todo o que hai aí arriba son estrelas?... Pode ser … ─Engadín─ Pero eu non estiven alí, apenas distingo a súa forma ou o seu tamaño, seguro que me enganan as distancias e a miña falta de coñecemento sobre elas. O único que sei, é o que outros me dixeron; se son ou non corpos cargados de enerxía depende do seguros que outros estean das súas teorías. A confianza no home non é un asunto sinxelo de dirimir; o medo, a soidade ou as dúbidas poden dar a volta a decisións conformadas e meditadas, e dun instante a outro podemos ver como se desintegra a estrela que fai un instante, máis brillou. Unha súper nova chámano os expertos... Que se eu!... ─Perdoa Manuel, no ceo hai tantas estrelas, que nunca poderei contalas todas. Se algún día consígoo… Chamareiche. Levantouse da súa cadeira e eu deixeina escapar; foise como unha estrela fugaz, e con ela nosa posible e prometedora relación pero nunca a esquecín. Aprendeu ao meu lado una das leccións máis duras da vida: … Non hai nada certo … Espertei dous días despois no hospital, fora vítima dun atentado; o que eu tanto temía que ocorrese en Bilbao sucedeu a moitos quilómetros de distancia; disparáranme ao pescozo pero por fortuna os meus brazos puideron protexerme do primeiro impacto facendo que a bala se desviase a unha zona non vital. Malena estivo todo o tempo ao meu lado no hospital aínda que na súa cara víase a sombra dunha enigmática culpabilidade que aínda non entendía. Despois de varios días esgrimindo argumentos sen contido e frases baleiras que eludían o tema, por fin falou de Gabriela e da súa propia responsabilidade no meu atentado.
─Fun unha inxenua, Manuel; confiei nela e depositei a miña seguridade nos seus argumentos, parecía firme na decisión que tomara e eu non era quen para xulgar, a miña única intención foi a de evitar unha violencia innecesaria que se podería propagar en moitas direccións. Pensei que se a axudaba tamén che axudaría a ti, e polo tanto prexudicaríalles a eles. ─De que estás a falar? De terrorismo, verdade? ─Díxenlle coa confianza que as súas ambiguas palabras dábanme coa súa confesión.─ Baixou a cabeza e co seu silencio confirmou a miña sospeita. Sen mirarme á cara continuou o seu arrepiante relato que ao meu xuízo debería confiar á policía. ─Gabriela quería fuxir da organización pero tiña medo das consecuencias, eles non se andaban con chiquitas; o seu último traballo foi investigar a un policía de Bilbao que viría destinado a Soria por un tempo, tiña que entregar por escrito á banda as súas rutinas, as súas direccións habituais e os seus itinerarios diarios. O policía do que me falaba eras ti. Despois de varios encontros con ela e de ofrecerlle a miña axuda se desistía do seu labor, prometeume que non lles entregaría ningún tipo de información e que fuxiría sen deixar rastro do seu posible paradoiro. Eu crina e axudeille a escapar sen outro prezo que finxir unha desaparición ante a súa familia e os seus amigos, ninguén debería sospeitar o que se escondía baixo a súa inxenua aparencia, se seica unha historia tan pequena como escura e tan persoal que a ninguén importaría. Agora sei que non se atreveu a escapar sen máis, debeu de entregarlles a documentación que lle solicitaban e despois marchouse como tamén tiña pensado facer. Que estúpida fun! Non debín confiar na súa palabra. Síntoo Manuel, síntoo por inxenua e arrogante, por crer en que o meu traballo de apoio e consello daría os froitos que eu soa esperaba... Non teño palabras que me poidan xustificar máis… |
RELATOS POR ENTREGAS DEL CÍRCULO DE ARES
Blog dedicado a la publicación de relatos por entregas de los distintos miembros y colaboradores del Círculo de Ares. ArchivosCategorías |