Hoy 28 de septiembre se celebra en el santoral San Wenceslao y me recuerda que este día estará muy presente en la casa de los Fernández Flórez, hoy convertida en museo y centro de estudio de la obra del escritor gallego del mismo nombre.
Los Santorales nos sirven para rememorar no solo la figura del Santo sino de aquellos que compartieron con orgullo su nombre durante toda la vida. San Wenceslao, duque de bohemia, tuvo una existencia breve y agitada; murió mártir a los 30 años, era hijo de los príncipes Wratislao y Dragomira. Vivió siempre con su abuela, Santa Ludmila, que fue bautizada por San Metodio, y forjó el alma de su nieto con mano dulce y con las enseñanzas del Evangelio. La madre de Wenceslao, pagana y cruel no quiso cederle el trono cuando éste cumplió la mayoría de edad, sin embargo el pueblo reclamó su legitimidad y a cambio ella mató a la abuela convirtiéndola en mártir cristiana. Siguió persiguiendo a su hijo envenenada por el odio y consiguió enfrentarle con su hermano con quien tuvo que batirse en duelo. En el combate el hermano vio como dos ángeles protegían a Wenceslao por lo que cayó a su pies y le pidió perdón. Su reinado fue corto pero fecundo en obras sociales, favoreció las artes y las ciencias, y construyó hermosos templos como la catedral de San Vito de Praga. Sintió gran devoción por la Virgen María a quien consagró para siempre su castidad. Hubiese deseado ser sacerdote si no hubiese tenido que ser rey. Finalmente el odio de su madre y hermano le llevaron a la muerte y fue apuñalado por él a las puertas de la iglesia, el 28 de septiembre a los 30 años de edad. Bohemia nunca olvidó a San Wenceslao, y le veneró como Santo y Héroe nacional, padre de la Patria y patrono ante Dios. Le hicieron un monumento en la mejor plaza de Praga, que él mismo hizo erigir en honor de San Vito. Feliz día en recuerdo de San Wenceslao, quien defendió las artes y puede que con su influjo tocara la figura de quien destacó en el mundo de las letras dejando para su recuerdo inolvidables artículos y novelas: Wenceslao Fernández Flórez. Un recuerdo en el día de su Santo del grupo literario: Círculo de Ares. Gemma Romero Perea.
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“Siempre pensé que para cambiar el mundo habría que empezar por hacerlo uno mismo, que tantas ideas y deseos de luchar contra lo preestablecido tendrían un camino más sencillo del que todos pregonaban a gritos, intenté convencer a los demás con simples argumentos y fracasé, quizás resulte difícil para los jóvenes vislumbrar un horizonte que a menudo se diluye en infinitas brumas…”
Después de un intenso verano de presentaciones, promoción de nuestro libro y nuevos proyectos, entramos en un nuevo periodo; para algunos de los miembros del Círculo de Ares va dedicado el párrafo anterior y es un homenaje a ellos. Me resulta de lo más admirable que un grupo de adolescentes hayan elegido en plena ebullición hormonal, un camino como el que hemos dibujado juntos: proyectos, elaboración de materiales didácticos, escritura de nuevos relatos… Y es que nuestro Círculo no debe parar de girar ni de crecer, ha de estar siempre en movimiento, y ha de hacerlo en ese periodo para ellos que yo llamo la edad de los absolutos, ese en el que se ve en mundo bajo la perspectiva de la pasión en todo lo que se hace y lo que se vive, ese en el que resulta difícil hacer caso a los mayores y no experimentar. María, mi compañera del grupo y miembro adulto de este singular clan ha abandonado como yo hace años esa dulce edad, pero creo que ambas nos hemos contagiado del entusiasmo de nuestros compañeros más jóvenes y estamos disfrutando muchísimo junto a ellos. Por eso y por vuestro trabajo maduro y responsable, os doy las gracias y os aplaudo vuestro entusiasmo y compromiso. Va por vosotros: Ana, Malloya, Pablo y Juan Luís. Gemma Romero Perea. Tras el paso del Círculo de Ares por la fundación de Wenceslao Fernández Flórez el pasado 9 de agosto, cada uno de los miembros recibió un precioso regalo de agradecimiento a su labor literaria: “Volvoreta”, una de las más importantes novelas del escritor gallego.
Esta novela resulta para nosotros especialmente atractiva porque muestra al lector diferentes formas de entender el amor y la realidad, algo que en el Círculo de Ares es siempre así, trabajamos codo con codo distintas generaciones, con sus ideas y modos de pensar propios de cada una de ellas, y lo hacemos encantados, aprendiendo los unos de los otros y dando al lector una visión más rica y variada de la literatura. En Volvoreta es la pérdida de la inocencia la encargada de poner en marcha este mecanismo de visiones encontradas; en casa de los Abelenda, entra a trabajar una criada joven y desenvuelta a la que conocen con el nombre de Volvoreta (mariposa en gallego), el señorito Sergio se enamora perdidamente de ella y comienzan a tener encuentros amorosos, así surge el enfrentamiento de dos visiones muy distintas de la realidad, la de volvoreta que entiende el amor de una forma muy natural, y la de Sergio que es romántica, inocente y sujeta a los prejuicios a los que la clase social obliga. Este retrato naturalista de una sociedad creada a base de apariencias y doble moral representa un bonito y singular contraste de clases con una especial belleza de descripciones. Desde mi punto de vista, los distintos enfoques de una misma realidad logran dotar a una obra de un valor inigualable que roza la verdad, algo que no se puede ni soñar con tocar salvo que se puedan reunir las diferentes percepciones que un tema es capaz de generar en el ser humano. Nosotros como grupo literario hemos descubierto en nuestro trabajo este ámbar milagroso capaz de servir en bandeja al lector estos distintos enfoques que de otro modo resultaría cercenador para entender el mundo. Damos las gracias a la Fundación de Wenceslao Fernández Flórez por poner en nuestras manos la esencia que nos hace funcionar y seguir adelante. A partir de este momento la “Volvoreta” de Wenceslao volará a nuestro lado para siempre y nos servirá de guía para continuar descubriendo un camino plagado de sorpresas, trabajo y mucha ilusión. Gemma Romero Perea. “Crisis significa oportunidad en chino”. Supongo que fue allá por el 2008 cuando empezamos a escuchar la manoseada y mal traducida frase, ininteligible al principio, dudosamente consoladora después. La burbuja inmobiliaria había producido una hecatombe de la que a día de hoy aún no nos hemos recuperado, y cuya cicatriz permanecerá en la piel o el alma de muchos de los que, consecuentemente, perdimos el trabajo y un poco el norte del largo plazo. Se añadieron a la frase otros neologismos que no conocíamos o no sospechábamos de su peso en los tiempos de desazón: “ni-ni”, “mileurista”, “escrache”, “prima de riesgo”, “contrato basura”, “desahucios hipotecarios”, o jocosas y rotundas expresiones nacidas del 15-M (ya en 2012) como “me sobra mes a final del sueldo”, “tengo una carrera y como mortadela”, “no hay pan para tanto chorizo” o “no es una crisis, es una estafa”, coreadas por licenciados, funcionarios, desempleados, deshauciados, pensionistas y ahorradores timados por las instituciones bancarias, ya que los malos tiempos llegaron a todas las clases sociales y económicas, salvo la política.
De forma simultánea y paralela, al amparo del “emprendimiento” que arriesgaba exiguos capitales familiares y de la angustia del “ahogarse o seguir a flote”, se originaba el movimiento del “buenrrollismo” que, con un idealista y creativo Mr Wonderful a la cabeza, echaba mano de frases positivas, remedios de la abuela y una esperanza rayana en la tontuna como forma de vida. De ahí nacieron los eslóganes que nos recordaban que “para poder seguir a veces hay que empezar de nuevo”, nos acusaban de que “lo único imposible es aquello que no intentas”, nos alientaban con un “si estás esperando el momento perfecto es ahora”, nos machacaban el “hoy empieza todo” y, por encima de todas las cosas, el poderoso mantra “hoy voy a conseguir todo lo que me proponga”, que derivó en los consejos de la nueva religión del coaching y de los libros de autoayuda (dudoso término, opino, puesto que son escritos por quien parece tener la respuesta y no necesitar apoyo). Es realidad incuestionable que “el día de hoy es el único que importa” o que “este instante es el único tiempo que existe”, modestos legados budistas y ayurvédicos de rabiosa actualidad incluso para los que nos criamos con el Pequeño Saltamontes y posteriormente nos dislocamos una rodilla tratando de meditar en la poco anatómica postura del loto, embriagados por el “mindfulness” para ponernos a salvo de la nomofobia y el tecnoestrés. En fin, no pretendo extenderme más sobre este asunto, sino centrarme precisamente en lo dífícil que resulta vivir en ese anhelado “aquí y ahora” cuando se materializa un proyecto gestado durante un laborioso, intenso y a la par fugaz año. Concretar en un libro lo que comenzó como un inocente y entretenido curso de verano tuvo como consecuencias el aprendizaje de todos los vericuetos que encierra la edición de un libro, por muy modesto que sea. Redacciones, revisiones, ilusiones, decisiones, reuniones, mensajes, correcciones, más revisiones, mails, autorizaciones, firmas, formularios, burocracia, aprendizajes. Protocolo y creatividad a partes iguales. Y por fin, una mañana, el cartero apareció con una caja llena de libros. Así de sencillo. Pero la parte más difícil no había hecho más que empezar. Presentar un libro al mundo para mí supuso un parto múltiple, suplió a una pila bautismal, me hizo responsable de un nuevo miembro en sociedad; la criatura había nacido y los demás tenían que conocerla. Y comenzó de nuevo la vorágine, los nervios, las reuniones, los borradores, las agendas conciliadas, los ensayos, la búsqueda, la novedad, la vulnerabilidad. Llegó el momento esperado y rechazado a la vez, el cuerpo y la mente se disociaron, haciendo que el mecanismo de la memoria se debilitase. La vivencia de la ansiedad implícita a las expectativas creadas ante una sala abarrotada de público, el discurso atropellado y al fin sereno, así como el disfrute posterior a una charla compartida con firma de libros incluida; todo ocurrió como en un sueño, dentro y delante de mí sin estar yo presente. ¿Qué quedó del “aquí y ahora” fundamental para el disfrute del momento tan anhelado? Pura teoría. En resumen, que si ahora quiero rebobinar las tres presentaciones de “La narrativa de suspense” tengo que acudir a la evocación congelada, a las fotos y vídeos, a los recuerdos en bocas ajenas, a la mirada del otro. Sufrí con tanta intensidad el “antes”, y sentí tanto alivio con el “después”, que me olvidé de vivir y disfrutar esos momentos únicos… La elevada expectativa, los nervios desatados, el sudor del foco y el miedo al rechazo, supongo que eso es lo que mi mente percibió. (por cierto, en chino mandarín no hay “oportunidad” en toda “crisis”, ni crisis se escribe con “oportunidad”. Crisis es wei-chi: “Momento de peligro”). María Bores Bermejo. Este verano el Círculo de Ares, grupo literario cuyo libro: “La narrativa de suspense” ya está a la venta, se reunió en la Fundación de Wenceslao Fernández Flórez para jugar al croquet.
La amabilidad de Alicia Longueira, responsable de los actos culturales de la Fundación, nos permitió conocer un entretenido deporte y disfrutar de un inolvidable encuentro al amparo de la casa y jardín del que fue el hogar del ilustre escritor. El croquet fue una de las disciplinas favoritas de Wenceslao Fernández Flórez quien se tomó el trabajo de traducir las reglas al castellano, y ahora es Alicia quien las explica a los invitados; el deporte no parece en principio complicado, pero requiere paciencia, precisión y sobre todo pulso. El pasado 9 de agosto el grupo del Círculo de Ares y sus familiares nos deleitamos probando a colar unas bolas de distintos colores por una especie de pequeñas grapas de madera clavadas en el suelo del jardín por una maza. Pasar aquellas esferas parecía una tarea divertida, pero hacerlo con una maza algo pesada ya era otra cosa… Los más jóvenes se engancharon enseguida al juego, y poco después el padre de uno de nuestros escritores estrella del grupo, Pablo Rañales, quedó fascinado con tan elegante deporte. El caso es que la historia comenzó practicando unos toques antes de comer, y entre presentación de nuestro libro y cóctel, el juego se alargó hasta las 21,30 proclamándose “ganador” el que más se acercó al triunfo, otro de nuestros escritores del grupo, el futuro médico Juan Luis Muñoz. Destacaron en el entusiasmo por el juego, la también escritora Ana Martínez, el director de comunicaciones de la Escuela de Finanzas de Coruña y gran amigo del grupo, Álvaro Armada, y el mencionado progenitor de nuestro compañero. A todos ellos y por supuesto a Alicia, mil gracias por enseñarnos y practicar con nosotros este curioso deporte. Gemma Romero Perea. Todos siempre admiramos la belleza y la perfección por encima de todo, pero ¿por qué nos entusiasma? Lo que deseamos es realmente una serie de infinitos puntos completamente diferentes y por tanto imperfectos, solo la unión de todos ellos lo hace parecer o ser maravilloso. Muchos han buscado la perfección a lo largo de su vida, Ramón y Cajal buscaba aquello que hacía al cerebro ser tan perfecto; y encontró millones de células unidas por filamentos mandando impulsos nerviosos. Estas no podían funcionar solas, pero en conjunto formaban una red que controlaba a la persona y guardaba sus recuerdos, aisladas no eran nada.
Por lo tanto, nada ni nadie es perfecto, no hay un libro maravilloso, hay un conjunto de ideas o de vivencias que lo dotan de una belleza capaz de levantar la admiración de los lectores. En nuestro caso, es la unión del estilo de cada uno, sus ideas y sus más profundos deseos los que hacen que el conjunto de nuestros relatos sea un mundo, una realidad y una vida llevada al papel, la vida que todo escritor busca plasmar y que nunca le parece que acaba de encontrar, y solo, porque la tenemos todos justo delante. Juan Luis Muñoz Romero. ATENCIÓN
Esto es un intento de mensaje optimista. No quería estrenarme en el recién y flamante blog del Círculo de Ares sin plasmar mi forma de pensar respecto al futuro, al tuyo, sí. Al mío, también. A lo largo de este efímero verano, he entablado conversaciones que contestaban a ciertas preguntas: Qué iba a hacer ahora, a qué me tenía pensado dedicar en un futuro… He mantenido, por primera vez, una charla filosófica con mis amigos, con el pueblo ante nosotros, sobre nuestros temores. Unos sentían miedo al darse cuenta que dentro de dos años su vida cambiará radicalmente. La llegada de los dieciocho, la independización y etapa universitaria, las importantes decisiones que marcarán nuestro futuro… Futuro, sí. Y es que al final de todas esas conversaciones, llegamos a la misma conclusión, a la conclusión típica de las películas: Teníamos que hacer lo posible por sentirnos realizados, felices. Y a esa felicidad se llega siguiendo un camino difícil de encontrar: la vocación. Yo soy ese tipo de personas que tienen claro que va a hacer lo que le guste porque es la mejor manera de intentar, no digo alcanzar, esa felicidad. Así que también debo animar a los ojos que leen estas palabras que no se dejen amedrentar por el futuro. Dentro de unos años, importará la persona y nada más. Sus capacidades de aprendizaje, de innovación, de creatividad. Luchad por lo que queráis. La vida es corta, demasiado corta como para estar trabajando en algo que no te gusta, viviendo de una manera que no te gusta. Quizás eso era más propio de décadas pasadas, pero con el paso del tiempo, las personas que aman lo que hacen serán todavía más valoradas. Vamos a tener todos los medios. Nosotros tendríamos que poner las ganas y el esfuerzo. Y yo soy el primero en ser consciente de que encontrar la vocación y atreverse a pugnar por un sueño no es fácil, pero tampoco imposible. He de admitir que, en una de esas charlas de las que antes os hablaba, también surgió un tema que, como escritor (o intento de ello) sí me atañe: El olvido. Y es que es probable que sea una de esas personas que le tienen un pánico atroz a esa palabra. Quizá por eso escribo o me gusta escribir. Porque mi subconsciente se cree que así, con mi nombre debajo de un título, no caeré en sus garras. Tengo la seguridad de que en unos años, la clave no será qué eres en ese instante, sino lo que eres capaz de ser en un futuro. Reinventarse. No temo a la gente que dice que x carrera está mal. Mientras nuestros sueños sean más grandes que nuestros miedos, todo estará bien. Y, como dicen algunos: “Al final, todo sale bien. Y si no sale bien es que, simplemente, no es el final”. Pablo J. Rañales Pérez Tras el paso de nuestro grupo literario “El Círculo de Ares” por la casa-museo del escritor en Cecebre, el pasado 9 de agosto, acogiendo la presentación de nuestro libro “La narrativa de suspense” muy calurosamente, he decidido comentar en una serie de artículos datos curiosos del escritor gallego que nos acerquen más a su figura.
Exponía Carlos García Santa Cecilia en el periódico El País un 11 de febrero de 1985, que El Ayuntamiento de Coruña había decidido conmemorar los cien años del nacimiento del escritor en tal fecha, basándose en una partida de nacimiento hallada entre los archivos del ilustre autor. Al parecer Wenceslao había llevado un tanto en secreto la fecha de su nacimiento a lo largo de toda su vida, ni día ni año se supieron nunca con certeza. Gonzalo Torrente Ballester escribió entonces también que la indudable ironía amarga y carácter de Wenceslao podrían proceder de su “galleguidad” amparada en causas históricas y sociales que provenían de su impersonal e intransferible biografía. En aquel año, Coruña se volcó en recordar a Wenceslao con multitud de actos que duraron un mes aproximadamente y en los que se expusieron manuscritos, recuerdos y celebraciones tertulianas para reconsiderar su labor como escritor algo olvidada durante varios años. Se colocó una placa conmemorativa en la casa de la calle Torreiró donde nació, y se hizo una ofrenda de flores en el panteón de A Coruña donde descansan sus restos. Escritores y críticos literarios trataron en diversas tertulias el trabajo novelístico de Wenceslao matizando su humorismo del que el propio autor se defendió a menudo diciendo: “En varias ocasiones he protestado contra los que me reducen a una labor de humorista y que mi ideal literario es el producir la hilaridad de los lectores, cuando en verdad es lo que menos me interesa, si es que puede interesarme algo.” Se realizaron también debates en el Palacio Municipal de la capital coruñesa y se recordó la estrecha colaboración del autor con el diario ABC que duró cuarenta y ocho años, y que le consagró como periodista por sus crónicas parlamentarias reunidas posteriormente en “Acotaciones de un oyente”. Gemma Romero Perea |
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septiembre 2020
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